Schopenhauer veía el mundo como una “escena de sufrimiento”. ¿Son todavía válidas las formas estéticas y morales que sugirió para aliviar el sufrimiento?
Sobre la ontología del sufrimiento de Schopenhauer y la actualidad de las vías de liberación
Arthur Schopenhauer construyó las bases de su sistema filosófico sobre la dolorosa realidad que rodea la existencia humana. Según él, el mundo es una manifestación de un deseo ciego, inconsciente e insaciable que él llama “voluntad”. Esta voluntad se manifiesta tanto en los impulsos ciegos de la naturaleza como en los deseos del hombre. El hombre, como forma autoconsciente de esta voluntad, es un ser que nunca puede renunciar al deseo y, por lo tanto, existe en constante privación, decepción y dolor.
En este sentido, el mundo es para Schopenhauer un “escenario de sufrimiento”, un campo de conflicto interminable para una forma de existencia condenada a querer existir. La felicidad sólo puede ser una suspensión temporal del dolor; porque cada satisfacción da nacimiento a un nuevo deseo. Esta idea constituye la base de su pesimismo filosófico y es una oposición radical a la comprensión optimista de la existencia que es habitual en la metafísica occidental.
El camino estético: suspensión de la voluntad
El primer medio que Schopenhauer ofrece como vía de escape, aunque sea temporal, de esta tragedia interior es la experiencia estética. El arte, especialmente la música, hace olvidar temporalmente el yo individual, que es el objeto de la voluntad. A través del arte, el individuo ya no mira el mundo dentro de la dualidad sujeto-objeto, sino desde una posición de pura contemplación. En este caso, el acto de querer se detiene; el individuo se convierte en puro “conocimiento” (zum reinen Subject der Erkenntnis).
La música, en particular, se considera un eco directo de la voluntad misma y, por lo tanto, tiene un valor metafísico más profundo que otras formas de arte. En este sentido, el arte separa a las personas de la realidad dolorosa con una distancia estética y les permite alcanzar un estado temporal de indolor y de paz interior.
El camino moral: el rechazo de la compasión y la voluntad
Sin embargo, el camino que Schopenhauer propone como verdadera solución permanente es el camino moral-redentor. La base de este camino es la identificación del individuo con toda la existencia yendo más allá de su propia individualidad. La bondad moral, según Schopenhauer, no surge de cálculos racionales o de la ética del deber, sino del sentimiento de compasión (Mitleid). La compasión es la capacidad de sentir el sufrimiento del otro directamente dentro de nosotros mismos, y esto significa superar la influencia individualizadora de la voluntad.
El pináculo de la identificación moral es la negación total de la voluntad, es decir, la renuncia a los deseos, a los placeres mundanos y a las voluntades egocéntricas. Éste es un modelo de salvación muy similar al concepto budista del nirvana. A medida que la voluntad se desvanece, la persona se libera del dolor. Esto es, en palabras de Schopenhauer, una “retirada del mundo” (Verneinung des Willens zum Leben).
Validez actual
En el mundo moderno, el individuo está rodeado de deseos cada vez mayores, cultura del consumo y estímulos digitales. Esta situación es una manifestación contemporánea de la “voluntad insaciable” identificada por Schopenhauer. Cuanto más intenta una persona adquirir “cosas”, mayor es su insatisfacción existencial.
En este contexto, las estrategias para escapar del dolor que Schopenhauer sugería a través de medios estéticos y morales encuentran hoy una contraparte ontológica profunda:
La función relajante del arte, especialmente el efecto de experiencias estéticas como la música y el cine que distancian al individuo del mundo, se siente con fuerza incluso en la era digital.
Una comprensión de la ética centrada en la compasión vuelve a estar a la orden del día en la psicología actual con conceptos como “autocompasión”, “empatía” y “conciencia del trauma”.
La negación de la voluntad ha adquirido un nuevo significado en Occidente en los últimos años con el auge del minimalismo, la simplicidad espiritual y la tendencia hacia las prácticas de vida budistas.