¿Qué dicen las descripciones de Londres y París en la novela de Dickens “Historia de dos ciudades” sobre cómo es una sociedad ideal?
Dos ciudades, una pregunta: ¿Cuál es la sociedad ideal?
Análisis filosófico de Londres y París en Historia de dos ciudades de Charles Dickens
Historia de dos ciudades de Charles Dickens no es sólo una narración dramática que refleja la atmósfera histórica de la Revolución Francesa; Es también un texto de filosofía moral y social. En esta obra, Dickens construye Londres y París no sólo como dos ciudades, sino como encarnaciones de formas éticas y políticas opuestas. En este contexto, las descripciones de las ciudades en la obra nos ofrecen una especie de “ontología negativa” sobre lo que no es la sociedad ideal: Dickens deja un eco filosófico de esta pregunta en el mapa mental del lector al mostrar lo que no es la sociedad ideal, no lo que es.
I. París: La búsqueda de la justicia se convierte en tiranía
París, en las descripciones de Dickens, es el escenario de la decadencia aristocrática prerrevolucionaria y de la violencia masiva posrevolucionaria. El París anterior a la Revolución era escenario de un despotismo feudal, donde la justicia estaba sujeta a los privilegios de clase y al linaje antes que a los derechos del ciudadano. En este sentido, se trata de un sistema en el que el individuo se somete a la autoridad arbitraria antes que a la voluntad general, como critica Rousseau en El contrato social.
Sin embargo, la principal crítica de Dickens es que el movimiento revolucionario que se desarrolló en respuesta a esta corrupción perdió su ira justa inherente, dando paso a la venganza ciega y a la violencia. El personaje de Madame Defarge borra por completo cualquier sentido de justicia al transformar el trauma personal en ira colectiva. Aquí la justicia no se convierte en una “proporción áurea”, como la expresó Aristóteles en la Ética a Nicómaco, sino en una “justicia del resentimiento” en el sentido de Nietzsche: la moralidad de los oprimidos emerge como una fuerza que legitima el odio reprimido.
Esta transformación en París es lo opuesto de la sociedad ideal: aquí no hay nomos (ley), sólo thymos (ira). El contrato social se reescribe no por la voluntad del pueblo, sino mediante linchamientos masivos y destrucción. En este caso, se produce un retorno al estado de naturaleza descrito por Hobbes en Leviatán: un estado en el que todos están en guerra con todos los demás.
II. Londres: una sociedad ordenada pero indiferente
Londres, en el otro polo de la novela, es presentado por Dickens como una ciudad relativamente más estable donde prevalecen la ley y el orden. Aquí los individuos se encuentran en relativa seguridad; La aristocracia no estableció un gobierno absoluto; El orden público continúa sin la amenaza de una revolución. Sin embargo, esta orden no tiene rostro moral. Aunque en Londres existe justicia a nivel institucional, a nivel individual prevalece una falta de sensibilidad moral.
Esta situación coincide con un punto frecuentemente criticado en las sociedades liberales: mientras se protegen los derechos y libertades del individuo, se ignora la responsabilidad ética del individuo hacia los demás. En palabras de Emmanuel Levinas, el “rostro del otro” se vuelve invisible. La sociedad desensibiliza a los individuos ante el dolor de los demás confinándolos en espacios seguros.
Londres es así el otro extremo de la sociedad ideal: ordenada pero indiferente, libre pero sin relaciones. Aquí el ciudadano no es ni enemigo ni amigo de la existencia de los demás; es simplemente irrelevante. En este contexto, Londres es la ciudad de la neutralidad moral, no la sociedad ideal.
III. La dialéctica moral de Dickens: la humanidad entre dos extremos
Con la tensión que crea entre estas dos ciudades, Dickens no le sugiere a su lector ni un revolucionarismo puro ni un orden estéril. Para Dickens, la sociedad ideal no es un lugar donde sólo reina la justicia ni un lugar donde sólo se mantiene el orden. El verdadero ideal es una estructura en la que el individuo tiene una responsabilidad ética hacia el otro, donde la justicia se proporciona a través de la virtud en lugar del odio, y donde el orden se mezcla con la sensibilidad.
El personaje de Sydney Carton es la encarnación de esta comprensión. Su muerte puede leerse como una salvación ética y una posibilidad para un ideal social más que una tragedia individual. Carton no es uno de los revolucionarios ciegos de París ni uno de los ciudadanos indiferentes de Londres. Su sacrificio es un reflejo dramático de la idea de responsabilidad infinita de Levinas y del principio de Kant de ver al otro como un fin, no como un medio. En este sentido, la muerte de Carton es la pregunta silenciosa de Dickens:
“¿Cuándo la sociedad reconoce y valora a los individuos como seres humanos?”
IV. Esquema filosófico de la sociedad ideal
Un cuento de dos ciudades no son dos ciudades en la pluma de Dickens, sino dos mundos éticos separados:
París es una distopía de una sociedad donde la justicia se convierte en violencia y la ira se convierte en ley.
Londres es una crítica a una sociedad en la que el orden se equipara a la indiferencia y las relaciones éticas se han desvanecido.
Según Dickens, la sociedad ideal está más allá de estos dos polos. Nos recuerda la definición de zoon politikon de Aristóteles: el hombre no es sólo un ser político sino también un ser ético. La sociedad es una estructura donde no sólo se protegen los derechos sino que también se reconoce el valor del otro.


